Al caminar por L’Horta iba recogiendo pequeños vestigios materiales: objetos naturales o desechados. Siempre acompañaba la selección de un vestigio con una foto de su contexto territorial, consciente de que al momento en que yo lo elegía, estaría interrumpiendo su arraigo físico con esa ubicación para siempre. Contextos plásticos, es un intento de recrear y valorar esa contextualización. Al envolver la fotografía y su correspondiente objeto en una tableta de resina, buscaba REintroducir un estado de arraigo, aunque sea un arraigo plástico.
El mismo proceso de curado que supone trabajar con resina, le brindó un elemento de temporalidad tangible a la reunión fija entre vestigio y contexto. También jugué con el hecho de que la resina no tiene que contener todo el objeto; es decir, al tener los vestigios medio sumergidos, se les integra esa calidad sobresaliente (tanto visual, experimental y literal) por la que las escogí. La pieza tridimensional invita a que el público se sumerja en la escena, simulando la experiencia de encontrar el objeto suspendido en su contexto, tal y como yo lo encontré.
Evidentemente el espacio expositivo no compara con lo que es estar presente en L’Horta con todos los cinco sentidos, pero esta obra es un homenaje a ese lugar y sus vestigios materiales. Recordemos ser curiosos y contextualizar: la identidad es indescutible, pero fácilmente se puede volver invisible u olvidada al separarse de su entorno.