La línea recta que nos lleva desde la Estación de Metro de Colón hasta la Entrada del Francés (en la calle Antonio Ferrandis, intersección con la avenida Amado Granell Mesado)
Conducido por Theresa Wilhusen
Seguir una línea recta en un paseo de reconocimiento de un paisaje es una estrategia que presenta muchas ventajas. Sobre este tema ha trabajo en profundidad Matilde Igual Capdevila, profesora también en el taller, ella condujo la visita a Faitanar – Sociopolis – La Torre, y constituye el contenido de su trabajo: Atlas of Remoteness Liechtenstein. Walking the Line, Institute for Linear Research, Triesen, Liechtenstein, 2021, junto con el también arquitecto Luis Hilt (Zurich).
A este respecto de las ventajas de seguir una línea recta, hay que tener en cuenta que al análisis del paisaje le ocurre lo mismo que al análisis urbanístico y territorial, y es que ambos terminan incidiendo sobre la gestión de los desarrollos en el territorio, aunque desde parámetros diferentes y utilizando tecnologías de comprensión de la realidad y de incidencia en la misma distintos, pero el resultado puede ser convergente, y el público lo sabe, de manera que se pueden producir el mismo tipo de resistencias. Por ello, tener prevista una estrategia al respecto no es algo que se pueda descartar si más, y la estrategia de seguir una línea recta presenta notables ventajas. La más llamativa es que, mientras que no va a dejar de aflorar toda la complejidad de un paisaje antropizado (que son aquellos en los que estamos centrando nuestra atención), así como sus contradicciones, pero cuando empiecen las preguntas de porqué hemos mirado aquí o allá, tendremos una fácil respuesta: estábamos siguiendo una línea recta.
La línea recta que nos lleva desde la Estación de Metro de Colón hasta la Entrada del Francés (en la calle Antonio Ferrandis, intersección con la avenida Amado Granell Mesado), no es una excepción a este respecto. Esa línea recta nos ha permitido ir viendo como se han ido acumulando a la ciudad en círculos concéntricos, a modo de capas, diferentes tipos de edificación y, relacionado con ello, diferentes ambientes sociales y económicos. Aunque es fácil identificar un descenso en la escala social según avanzamos desde el punto de partida en la estación de metro de Colón y en lo sucesivo, caminando en dirección a la calle Antonio Ferrandis, donde termina la ciudad (porque en ese punto la ciudad tiene un límite perfectamente identificable), sin embargo, al final, en el último tramo, el comprendido entre la avenida Hermanos Maristas y la calle Antonio Ferrandis, parece que se invierte el proceso. Pero eso es solo en apariencia, porque en realidad estamos entrando en otra realidad urbana, diferente de la que habíamos visto hasta ese punto. Una realidad en la que la abundante presencia de extranjeros e inmigrantes (se puede ver incluso una iglesia de los Testigos de Jehova), es sólo uno de los aspectos distintivos, pero se aprecia que hay algo más profundo. Estamos en la ciudad que empezó a construirse a partir de la Gran Crisis de 2008-2012 (incluso un poco antes), y es una ciudad diferente a la que se conoció en el ciclo de construcción de la ciudad inmediatamente anterior, el de la ciudad industrial, el que tuvo su inicio con la construcción del Ensanche y su correlato en la Reforma Interior, y tuvo su final de ciclo con la explosión de la ciudad y la proliferación del diseminado residencial en las periferias crecientemente suburbanas.
De ese recorrido se pueden destacar muchas cosas, pero vamos a centrar la atención ahora en un paisaje particularmente entrópico, el que nos encontramos a mitad de recorrido, más o menos. Se trata de un cul de sac que arranca del cruce de las calles Matías Perelló con Luis Santangel. En cuyo interior se mezclan, sin orden ni concierto, todo tipo de tipologías edificatorias y morfologías urbanas. Un auténtico placer para un entropólogo. El nombre de este espacio es: calle Canals.
En el cruce de las calles Matías Perelló con Luis Santángel nos encontramos, en posición diagonal, lo que parecen los restos de un antiguo camino de huerta, de hecho, se llama calle Canals. Como un vestigio de la forma del parcelario preexistente antes de la urbanización del Ensanche. En la imagen de abajo se puede ver cómo era ese parcelario agrícola antes de la urbanización, porque continúa, con la misma forma en diagonal, más allá de la calle Antonio Ferrandis, donde aflora la huerta.
En el último tramo de nuestro recorrido, el comprendido entre la avenida Hermanos Maristas y la calle Antonio Ferrandis, la ciudad ha cambiado definitivamente. Una de las participantes en el taller, procedente de New Jersey, comentó al ver esta imagen: “Es como si estuviésemos en Whashington D.C.”. Estamos en el lugar en el que emerge la línea 10 de MetroValència (que hace el recorrido Alacant-Nazaret). La línea que estuvo durante años y años paradas las obras (tras la Gran Crisis de 2008-2012), esperando que llegara el convoy que no se podía pagar. Durante esos años, el túnel ya realizado se llenó de agua. Por allí navegaban los más aventureros.