La vida nómada tiene sus paisajes, como los que se pueden ver en la exposición «La Vida Nómada». En las ciudades: bajo los puentes, o antiguas zonas industriales obsoletas en las que ha vuelto la naturaleza salvaje, como los que ha registrado Joost Conijn en el audiovisual «Siddieqa, Firdaus, Abdallah, Soelayman, Moestafa, Hawwa en Dzoel-kifl», hecho en Amsterdam; o los que ha fotografiado Denis Ponté: “Nomadic Community Garden” y “Left for Dead”, hecho en Londres y Nueva York. También paisajes en campo abierto: refugios en las montañas, y parajes desolados en los que nadie te buscaría, como los fotografiados por Ulrike von Gültlingen: “Hohrodberg”, construcciones militares en Alsacia; o el mar de piedras de Arroyo Cerezo (Rincón de Ademuz) que ha estudiado el geólogo Enrique Gil Bazán, y que mostramos en “La Vida Nómada” en un muro de investigación.
Mar de piedras de Arroyo Cerezo (Rincón de Ademuz)
De todo eso vamos a hablar, centrando la atención en el mar de piedras de Arroyo Cerezo (Rincón de Ademuz), que nos pilla más cerca, y porque es una caja de sorpresas, por la cantidad de sugerencias que genera, tanto literarias (La Anábasis o Expedición de los Diez Mil, de Jenofonte; Giovanni Papini: Gog, en particular el capítulo «Cadáveres de ciudades»), como cinematográficas: el western americano (en particular: «Caravana de mujeres», 1951, de William A. Wellman); Eric Baudelaire: «L’Anabase de May et Fusako Shigenobu, Masao Adachi et 27 années sans images», 2011; Ben Rivers y Oliver Laxe: «The Sky Trembles and the Earth Is Afraid and the Two Eyes Are Not Brothers»; también plásticas: Robert Smithson: «Un recorrido por los monumentos de Passaic, New Jersey»; etc.
Restos del Maquis encontrados en las montañas, en abrigos y cuevas
Además, el Rincón de Ademuz y toda la región en la que está enclavado, la constituida por el altiplano que alberga la Sierra de Gúdar, la sierra de Javalambre, los Montes Universales, la Sierra de Albarracín, y más allá, es un territorio con historia de vida nómada. La más reciente, en el siglo XX, la constituida por el Maquis, la guerrilla antifranquista que estuvo operando desde el final de la Guerra Civil de 1936-1939 (más aún desde el final de la II Guerra Mundial, cuando se incorporan al Maquis luchadores integrantes de la Resistencia francesas, muchos de ellos republicanos huidos a Francia tras la derrota en la Guerra Civil, que no entregaron las armas en Francia y se unieron al Maquis), cuya actividad se alargaría hasta finales de los años cincuenta (aunque las fuentes discrepan en este punto). Y antes, en el siglo XIX, tenemos que hacer referencia a las sucesivas guerras carlistas, de los partidarios del hermano de Fernando VII que a la muerte de este se enfrentaron a su sucesora, la reina Isabel II de España, y antes a su madre Regente María Cristina, durante la minoría de edad de aquella. Unas guerras que, hasta en número de tres, enfrentaron a conservadores contra liberales, de entre los cuales los más radicales llevaron a cabo la desamortización de los bienes de la Iglesia Católica y la desvinculación de los mayorazgos nobiliarios, apropiándose de las inmensas propiedades eclesiásticas y de la nobleza, al tiempo que convertían a los masoveros, siervos y vasallos en jornaleros, sin reparar en las consecuencias que ese cambio iba a traer a unas economías familiares ya de por sí bien débiles. También los carlistas vivieron y lucharon errantes por estas tierras a las que nos estamos refiriendo. Y antes, en el siglo XVII, cuando aún se respiraban los aires de frontera que caracterizaron este territorio durante siglos, tantos como tardaron los cristianos en (re)conquistar al Islam estas tierras, este fue territorio de señores de la guerra (por utilizar la expresión que se hizo popular durante la guerra en la ex Yugoslavia), quienes en behetría luchaban en beneficio propio, buscando de acrecentar sus dominios y su patrimonio a base de asaltar a vecinos y transeúntes. El que más estragos causó fue Jaime Ruiz de Castellblanch, del que se dice que llevó a cabo 183 asesinatos, secuestros, un estupro, falsificación de moneda, etc., haciendo gala de una violencia ilimitada. La vida nómada no siempre es esa idea romántica que se suele tener. Muchas veces no está lejana de los relatos clásicos llenos de violencia, como la Ilíada o la Odisea, sobre los cuales se ha construido el género literario épico.
Litografía con la representación de don Jaime Ruiz de Castellblanque, señor de Torrebaja (Rincón de Ademuz), camino del patíbulo en la plaza Mayor de Madrid, donde fue ajusticiado el 14 de febrero de 1672.
Para hablar de todo esto vamos a contar con la presencia, además del público, al que invitamos desde ahora mismo a que aporte sus sugerencias; además estarán con nosotros:
- - Aitor de Maenza, especialista en cine de autor, independiente y experimental;
- - Raúl Eslava Blasco, presidente del Instituto Cultural y de Estudios del Rincón de Ademuz;
- - Guillem Cervera Pascual, comisario de la exposición «La Vida Nómada»;
- - Alejandro Chust, ayudante de dirección de Fundación La Posta, moderando el coloquio.
Aprovecharemos la ocasión para, a petición de nuestros seguidores, explicar de donde viene la imagen de la persona que ilustra el cartel de la exposición “La Vida Nómada”, así como el flyer elaborado para invitar a este coloquio, quien se adivina como alguien de género intermedio, y se dice que se llamaba, alternativamente, La Pastora / El Lobo del Maestrazgo. Simplemente adelantaremos, que llevó una vida nómada por la región a la que nos estamos refiriendo, de la que forma parte el Rincón de Ademuz, la cual viene a coincidir más o menos con el ámbito del AGLA (Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón), habiendo alcanzado popularidad gracias a la novela de Alicia Giménez Bartlett: Donde nadie te encuentre, 2011 (de la que se dice que se habría inspirado en la novela de Manuel Villar Raso: La Pastora, el maqui hermafrodita, de 1978, que en su momento pasó desapercibida). ¿Quién es?