Un Lugar Experimental y Experiencial
La Fundación La Posta, como organización independiente afincada en la contemporaneidad artística, se ha marcado como objetivo principal ser un lugar de encuentro donde la experimentación y la creación surgida de la interdisciplinariedad confluyan en los proyectos expositivos. Creemos que la forma adecuada para alcanzar ese objetivo pasa por prestar una atención ininterrumpida a las dinámicas que se generan en esos ámbitos de la colaboración, haciendo posible e impulsando ideas que tienen que ver con la tensión creativa generada en esos límites, ya sean virtuales, físicos o imaginarios. Más allá del hecho de servir como centro expositivo, entendemos que La Posta debe dar soporte a las propuestas que se sitúan en ese orden de planteamientos contextualizándolas en el entorno tecnológico hiperconectado en el que nos encontramos, y que gracias a esa facilidad para crear “comunidad” sin atender a razones geográficas, los proyectos contenidos deben generar un dialogo audible e inteligible en un momento político y social confuso.
Otro de los aspectos claves para entender el mapa de conocimiento proyectual trazado por la Fundación, es la significación que la ciudad adquiere como contenedor esencial que permite y activa el dialogo entre arte, tecnología, ciencias sociales y arquitectura. La ciudad se establece como un marco de actuación multidimensional que genera sinergias capaces de plantear las cuestiones más importantes en la actualidad y en ese contexto urbano nos sentimos capaces de aportar algo al discurso cultural actual como una organización constituida sin ánimo de lucro. Esta nueva forma de multi-dimensionalidad enmarcada en la ciudad es, en palabras de Mosquera “una prisión sin muros”, y nos recuerda que el mejor laberinto en el mundo es el desierto y que en la mayor parte del siglo XXI los artistas han encontrado refugio entre sus espacios olvidados.
Con la atención puesta en ese dialogo entre disciplinas que tiende a generar la tensión necesaria para la creación en nuestras metrópolis y que de alguna forma define y tamiza las identidades de los actores culturales del siglo XXI, he esbozado dos proyectos expositivos que detallo a continuación.
Programación Invierno 2014 – 2015
Antes de detallar las actividades que he planificado para los meses de diciembre 2014 – abril 2015, me gustaría establecer el marco emotivo y experiencial que me ha llevado a desarrollarlas.
Creo firmemente en la capacidad del arte como elemento transformador en cualquiera de los ámbitos de la vida, pero esencialmente del tejido social. Admiro la capacidad que posee para vehicular pensamientos y sensaciones que de otra forma no serían incorporados ni estructurados como componente estética y experiencial particular, y que además permite que nuevos elementos intangibles entren en juego para conformar el hecho artístico. Esa experiencia, cuando no reveladora o inspirativa, se revela como una componente esencial para el cambio.
Los artistas siempre han tenido un interés por representar la experiencia de estar en un lugar determinado con unas condiciones socio-económicas específicas, pero aquello que ha cambiado en nuestro momento actual es que esta idea de representación de lo local o de reacción ante determinados asuntos políticos localizados, ya no puede suceder de forma aislada y de espaldas a unos intereses más globales. El mito de la autonomía del artista y su exención de la vida cotidiana ha cambiado radicalmente. Los artistas trabajan cada vez más con pequeñas comunidades explorando micro-entornos de tradiciones visuales formadas en estos lugares y muchos de sus trabajos se conforman en el proceso de trabajo conjunto con los demás y con las instituciones organizadas de la vida cotidiana.
Básicamente, el concepto de ese trabajo sobre lo cotidiano era un desafío hacia las tendencias estructural-deterministas en teoría social. Prestando atención a la complicada y recíproca relación entre agencia y estructura, las teorías sobre lo cotidiano rechazaron la idea de que el cambio solo podría ser impuesto desde arriba o sostenido únicamente por fuerzas externas. Lo cotidiano se convirtió en un concepto para entender como las estrategias de resistencia en el día a día no eran necesariamente opuestas y sus beneficios fueron promulgados a través de sutiles actos de implicación y desplazamiento. El espíritu de resistencia no siempre vino desde el más allá o desde arriba, sino también desde dentro.
Esta relación entre arte, la cotidianeidad y la resistencia entre equivalentes y no entre opuestos, me ha llevado a plantear una serie de diálogos entre artistas que trabajan aspectos relacionados con esos procesos. En un momento social muy comprometido, donde la estructura se desmorona y el sistema muestra demasiadas heridas abiertas, la idea de una resistencia invisible que fluye desde los trabajos seleccionados, para mi sirve como reactivo de la función transformadora del arte. He buscado establecer un dialogo entre agentes que se mueven en un entorno global pero que alcanzan a resolver a través de sus trabajos problemas específicos. Esas “diferencias similares” permiten que los trabajos aborden perspectivas diferentes sobre temas comunes generando voces individuales totalmente integradas en un proyecto conjunto.
He diseñado estas exposiciones invitando a dos o tres artistas como mucho, no pensando únicamente en el espacio y sus límites físicos sino anteponiendo la importancia de la sencillez para hacer más efectivo el mensaje de resistencia invisible, que no pasiva.