Se suele citar como acontecimiento que dio origen al Orgullo Gay y todo lo que vendría después, la revuelta que tuvo lugar en el garito Stonewall Inn y en sus alrededores, en el Greenwich Village de Nueva York, el 28 de junio de 1969. De eso hace 50 años. Por ese motivo, no parece mala idea dedicarle un recuerdo. Sin embargo, tenemos que hacer un esfuerzo por reconocer a unos protagonistas olvidados de aquel movimiento que terminaría con “el tabú más antiguo de la humanidad”, como diría nuestro Juan Gil-Albert. Porque ha habido un cierto falseamiento al respecto. Lo podemos ver, por ejemplo, en el monumento levantado junto al Stonewall Inn, en Christopher Park, obra de George Segal. En ese sentido, hay que tener en cuenta que aquella noche no había solo chicos y chicas blancas, también había negros, latinos, y había trans, drags, travestis…. De hecho, Stonewall Inn era conocido por ser popular entre las personas más marginadas de la comunidad gay: transexuales, drag queens, mariquitas, chaperos y jóvenes sin techo. Pero el monumento levantado en 2016 va buscando el “blanqueamiento” del movimiento LGTB. Hay una auténtica controversia sobre esta cuestión. El estreno en 2015 de la película de Roland Emmerich “Stonewall”, hizo levantar la voz de alarma de muchos, francamente indignados. Se trata de un remake del “Stonewall” de 1995, realizado por Nigel Finch. Su protagonista es un hombre blanco que responde al estereotipo masculino del W.A.S.P. del medio oeste, lo cual no se corresponde con toda la verdad de lo que ocurrió aquel verano de 1969. En contraste con ese enfoque, en 2017 la plataforma Netflix estrena el documental “La muerte y la vida de Marsha P. Johnson”, que tiene por protagonistas a Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, dos activistas por los derechos del colectivo LGTB que estuvieron en primera línea durante la revuelta de Stonewall. Dos mujeres transgéneras (entonces se les llamaba travestis), una negra y la otra de ascendencia puertoriqueña y venezolana. Sin entrar a valorar sus méritos cinematográficos, el caso es que se expone ante el espectador una realidad muy diferente a la que nos muestra “Stonewall”. El reconocimiento de la aportación de la gente transgénero en relación con la lucha por los derechos LGTB, constituye un objetivo ineludible de cara a la celebración del 50 aniversario de la revuelta de Stonewall.
George Segal, Gay Liberation Monument (2004)
Con ese fin teníamos previsto incorporar a nuestra pantalla Screening, un vídeo con unas imágenes muy potentes de Sylvia Rivera cuando en el Gay Pride del 73, desde el escenario, se encaró con todos los gays W.A.S.P. que estaban allí reunidos, para escupirles aquello de «Y’all better quiet down» [Ustedes abajo mejor tranquilas], porque le estaban reprochando no ser digna de estar en el escenario, a ella, una transgénero latina y borracha, y les hizo ver que eran ellas ―las inclasificables―, las que estaban sufriendo cárcel, que era ella y sus hermanas, las que se habían partido la cara frente a la policía para que ellos ―perfectos W.A.S.P. del medio oeste― pudiesen estar tocándose el culo en medio de Nueva York… Pero mientras se elaboraba este post ese vídeo ha sido retirado de youtube [https://youtu.be/UQg5xzirxH4]. Entonces, vamos a volver al presente más inmediato, porque la lucha transgénero e intersexo no ha terminado, antes al contrario se hace cada vez más necesaria, en medio de un Orgullo Gay cada vez más cishomonormativo y con un racismo que se va desvelando de manera lenta pero imparable. Así que hemos optado por traer a nuestra pantalla a Chenta Tsai, también conocido como Putochinomaricón, que acaba de publicar un libro de lectura obligada Arroz Tres Delicias. Sexo, Raza y Género (Plan B, 2019), en una entrevista que va a remover más de un cimiento estético y ético.