Esto es un adelanto (un anuncio previo) de la exposición que íbamos a inaugurar esta semana (8 de noviembre de 2024): “Geomática: Land | Law | Minerals”, de un grupo multidisciplinar de artistas y otros profesionales dedicados al territorio, sudafricanos, un grupo dirigido por Jeannette Unite; una exposición cuya inauguración hemos aplazado dada la situación que estamos padeciendo de inundación y sus secuelas, especialmente en la parte sur de la ciudad de València (más allá del cauce nuevo del Turia) y en muchos otros municipios de l’Horta Sud.
Se trata de un proyecto que obtuvo una mención honorífica entre los presentados a la convocatoria “Arte y geología” de 2023 para 2024 (la convocatoria en la que fue seleccionado, en primer lugar, el proyecto “CaSO4.2H2O” [yeso] de Raúl León ―con la participación de un nutrido grupo de profesionales relacionados con ese mineral―, que se pudo ver, y participar en las conferencias que tuvieron lugar en La Posta, entre el 22 de febrero y 16 de marzo de 2024; ver aquí).
El proyecto de Jeannette Unite y su grupo llamó poderosamente la atención del Patronato de la Fundación La Posta ya que, a parte de las cuestiones plásticas (obviamente), y de tender puentes con otras disciplinas y campos de actuación profesional (lo que tiene que abrir nuevas perspectivas profesionales para los artistas; en este caso, con arquitectos, ingenieros y científicos de la tierra), además, el material utilizado de base para las intervenciones artísticas llevadas a cabo, ha sido protagonista de una historia rocambolesca que resume, a la perfección, muchos de los conceptos y valores presentes en el trabajo desarrollado por este grupo de artistas.
Ese material de base son unas fotografías aéreas realizadas mediante vuelos fotogramétricos (el grupo sudafricano dispuso para el desarrollo de su proyecto de más de un centenar de ellas), tomadas por el Ejército español en el año 1940, correspondientes a explotaciones mineras (en activo o en fase de exploración o investigación), localizadas en Sudáfrica. Se trata de un material que estuvo, durante un tiempo, “clasificado” (probablemente como “reservado”, a la vista del sello que hay en el reverso de una de esas fotografías aéreas; aunque en ese sello se habla también de “secreto”), hasta que se produjo su desclasificación en los años ochenta del siglo pasado, momento en el que todo ese material fue enviado para uso docente e investigador a la Universidad de Oxford (Por aquellas fechas había una estrecha relación entre dicha institución, en concreto el Departamento de Ciencias de la Tierra, con España, a la vista de algunas cartas a las que hemos podido tener acceso, remitidas por la coordinadora del grupo Jeannette Unite). En un momento dado, en la Universidad de Oxford decidieron enviar esas fotografías realizadas mediante vuelo fotogramétrico a la Universidad Nelson Mandela en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado. Parece ser, que sin más objetivo que el de su reciclaje para otros usos, de manera que este iba a dejar de ser el inicialmente atribuido de la docencia y la investigación en el campo de la cartografía. Sin embargo, por avatares del destino, las fotografías aéreas terminaron conservando la finalidad de la investigación, ahora en el campo del arte contemporáneo, en el que estamos viviendo un interés renovado por los mapas, en el contexto de lo que se ha dado en llamar “el giro geográfico” [Guasch, 2016, 161-204]; en definitiva, vuelve el interés en el campo artístico por una imagen que ya era conceptual antes del Arte Conceptual.
La artífice de ese reciclaje de material encontrado, que, de entrada, está lleno de significados en relación con varios de los temas que integran la agenda de ese arte en el “giro geográfico” (porque pone sobre la mesa la cuestión de las relaciones coloniales: ¿Qué hacía el Ejército español en Sudáfrica desarrollando una campaña de fotografía aérea mediante vuelos fotogramétricos, en particular de minas, de carácter reservado o secreto?; además, se plantea la cuestión del impacto medioambiental del aprovechamiento de recursos naturales minerales, o su incidencia en las relaciones con paises vecinos, dada la demanda de mano de obra escasamente cualificada ―son conocidas, a este respecto, las tensiones en la frontera con Zimbabwe, en el río Limpopo; sobre esta cuestión véase el magnífico trabajo “Border Farm” (2007-2011, 30’), de Thenjiwe Nkosi and Meza Wezade (lo ha analizado la geógrafa Pauline Guinard: “The Art of (Re)Crossing the Border: The Border Farm Project in Maroi, South Africa”, en Public Art Encounters: Art, Space and Identity, edited by Martin Zebracki and Joni M. Palmer, Routledge, 2018, 161–179, en el ámbito de lo que se ha dado en llamar Geografía del Arte)―. La mujer artífice del reciclaje de ese material fotográfico aéreo es Jeannette Unite. Una artista – activista en varios frentes, entre otros, el institucional. Lleva años vinculada a la Universidad Nelson Mandela, y cuando vió todo este material no dejó pasar la oportunidad, desarrollando un proyecto basado en la matriz 30×30 (en correspondencia con las medidas de las citadas fotografías aéreas), en cuya estructura se ha ido incorporando el trabajo de más y más artistas, hasta llegar a la primera presentación del proyecto en la Turbine Art Fair en Johannesburgo en junio de 2023.
Si el material de base, las fotografías aéreas citadas, ya presenta un interés notable, el trabajo artístico realizado en su contexto, estructura e inspiración no se queda a la zaga. Lo explican los autores en el vídeo que mostramos en el Screening arriba. En una especie de mesa redonda en el taller donde el grupo desarrolla sus trabajos, se reune Jean Dreyer y Lonwabo Kilani con Caroline Sohoe i Leszek Dobrovolsky del Instituto de Investigación Científica para la Gobernanza de la Tierra, de la Universidad Nelson Mandela, y se abordan entre otras cuestiones la valoración del material fotográfico recibido, que sirve de base para un conjunto de reflexiones, que van más allá de su uso en la actualidad en el campo de la cartografía, en el que en estos momentos es material obsoleto, no obstante, en el campo más amplio de la geomática, permite ver cómo se daban los primeros pasos en los que más tarde conoceríamos como big data: gran cantidad de información georeferenciada y el desarrollo de aplicaciones para su gestión que, en parte por su propia estructura de funcionamiento, muchas veces no esperan que el operador formule ninguna pregunta al respecto, sino que identifican patrones en ese conjunto de información, lo cual puede dar pie a plantear, una vez más, la cuestión de una supuesta objetividad en las representaciones que se hacen de toda esa información, cuestión en relación con la cual los participantes en esta mesa redonda se muestran muy escepticos, y proclaman la existencia siempre de una voluntad determinada. Lo cual nos plantea a nosotros la pregunta: ¿esto excluiría la posibilidad de la estética? de acuerdo con la tesis que expone Arthur Schopenhauer (1818): El mundo como voluntad y representación, §38, que apela al sentido de la palabra “estética” como forma de cognición sensorial producida directamente por la mera intermediación de nuestros sentidos, sin participación de la razón ni de la voluntad; ergo, si hay voluntad no podría haber apreciación estética.
Sin embargo, aunque pudiera parecer a primera vista que la estética ha quedado fuera del debate que se está produciendo en la mesa redonda de la que da cuenta el audiovisual arriba, lo cierto es que no es así, y resurge reformulada en un concepto de una enorme carga poética, como es el de “solastalgia”. “Solastalgia es un neologismo híbrido acuñado entre 2003-2005 por el activista, geógrafo y filósofo australiano Glenn Albrecht (1953-) que se define como el dolor o aflicción originado por la pérdida, desconsuelo y tristeza, acompañado de una sensación de abandono y aislamiento, relacionado con la situación presente en el hogar y la comarca donde una persona vive; causado por el impacto ambiental que acompaña a la contaminación masiva y desequilibrio ecológico que se ha producido por la acción destructiva del hombre (véase antropoceno). El término se compone del latino solacius, adjetivo que significa “que consuela”, “que reconforta”, derivado del verbo solor (yo consuelo), solari (consolar, confortar…), y el sustantivo griego algos, que significa “dolor del cuerpo”, “sufrimiento”…, de donde se ha generalizado el uso del componente -algia, que indica en medicina “dolor”, como en los vocablos cardialgia (dolor de corazón), gastralgia (de estómago), otalgia (de oído), mialgia (de músculos), astralgia (de articulaciones); pero también “nostalgia” (del griego nostos, “regreso”), de donde tristeza por estar lejos de personas o lugares a donde no podemos regresar, o bien por el triste recuerdo de algo que perdimos, como la que siente una persona anciana por la hermosa juventud que ya nunca va a regresar” [Diccionario etimológico castellano en línea https://etimologias.dechile.net/?solastalgia ].
De manera que este grupo de artistas que integran el proyecto Atlas | Mine empezaron operando en el contexto de la geomática, cuestión a la que han aplicado un enorme esfuerzo (para la presentación de su trabajo en Fundación La Posta han realizado, incluso, una comparativa de las placas tectónicas en África y en España-Europa ―de lo que resulta, por cierto, la singularidad del territorio comprendido en la Cordillera Bética, con especial actividad sísmica, en particular en Murcia y la comarca de la Vega Baja (Comunitat Valenciana), consecuencia del choque entre las placas tectónicas africana y euroasiática; y, donde el fenómeno de la subducción entre placas está cambiando de sentido, y si antes era la placa africana la que se subducía debajo de la placa euroasiática, ahora es la placa euroasiática la que se subduce debajo de la placa africana―); empezaron con un estudio en profundidad de las cuestiones geológicas, en el marco de un profundo amor por la tierra, para terminar incorporando al debate el concepto de solastalgia, como la que genera su trabajo artístico que, sin duda, removerá sensaciones en nuestro interior.