Comentaba Felipe Rivas San Martín, cuando apareció publicado en internet el vídeo de Gus van Sant y Alessandro Michele “Ouverture of something that never ended” (2020), una producción para Gucci, protagonizada por Silvia Calderoni, en el post publicado en su Facebook el 18 de noviembre de 2020:
“Este caso también ha provocado polémicas. Y pienso lo mismo que con el caso Falabella. El problema no es prostituirse con la moda. El problema es auto atribuirse una supuesta transgresión al producir un video espléndido con Gucci. La moda no «sale de su lugar de confort para incorporar cuerpos disidentes». La moda incorpora cuerpos disidentes porque eso está de moda. Plusvalía queer se llama”.
Poco antes, en un post de 1 de noviembre de 2020, refiriéndose al caso Falabella (un proyecto de arte desarrollado por la cadena de tiendas de ese nombre, algo parecido a El Corte Inglés, en Chile y otros países Latinoamericanos), había comentado Felipe Rivas:
“El proyecto Arte Falabella es la reciente iniciativa de una empresa comercial chilena para incorporar dentro de su campo el nicho de las artes visuales, específicamente de la fotografía. El proyecto fue dirigido por el curador Matías Allende y contó con la asesoría de la fotógrafa Paz Errázuriz. Desde la plataforma se anuncia como una propuesta democratizadora pues acerca el coleccionismo a un público más amplio y a precios accesibles. Entiendo que este proyecto ha generado mucha controversia. Se ha cuestionado que lxs fotógrafxs se asocien con una tienda comercial porque sería una traición al rol crítico de lxs artistas y una asociación perversa con el mercado y el neoliberalismo. […] Confieso que todas esas críticas me parecen poco interesantes. Implican una especie de moralina aplicada al arte. Así como no tengo ningún problema con la prostitución, la celebro, tampoco tengo ningún problema con la prostitución del arte. La práctica artística está tremendamente precarizada en Chile y tal como dijo Bertolt Brecht, «primero el pan y después la moral». [A continuación se refiere a que, lo que le parece criticable es el escaso porcentaje que reciben los artistas por sus trabajos]. “…que lxs artistas reciban el 30% es ridículo, incluso la prostitución tiene límites éticos. Lo de Falabella ni siquiera es prostitución del arte, esto ya es simple y llanamente trata de artistas”.
Esa supuesta prostitución del artista al vender su obra o su trabajo, tiene mucho que ver con el valor otorgado a lo “auténtico”. La idea de lo auténtico es muy querida de la cultura del rock —que ha penetrado en tantos y tantos campos del conocimiento—, la cual desprecia lo falso (eso es en ese contexto, casi siempre, lo que hacen las mujeres; en medio Patty Smith o Chrissie Hynde intentando salvar el tipo). Lo “auténtico” constituye en la actualidad uno de los pocos reductos conceptuales en los que los hombres blancos heterosexuales de mediana edad (los w.a.s.p. europeos), pueden sacar pecho y presentarse en sociedad como hombres “de pro”. En el lado opuesto de lo “auténtico” —y esta es una estrategia de oposición que es casi un estándar de actuación queer—, se encuentra la opción por aquello mezclado, contaminado, híbrido, en los límites, entre dos mares o intersexual.
Volviendo a la película de Gus van Sant y Alessandro Michele “Ouverture of something that never ended”, no parece que pueda prosperar una acusación de prostitución por haberse vendido, porque ninguno de los dos vienen de ningún estado de autenticidad, y esos enunciados rotundos de que se habría salido de una supuesta zona de confort al incorporar cuerpos disidentes, parece más bien cosa de los publicistas del film, que buscarían establecer una cierta distancia con lo que se ve en la película (por si acaso alguno de los espectadores cliente de Gucci se asusta), porque lo cierto es que ni Gus van Sant ni Alessandro Michele han salido de ninguna zona de confort, sus cuerpos son disidentes desde hace mucho tiempo. Lo que sí permanece en pie, intacta, es la cuestión que apunta Felipe Rivas San Martín, que hay que formularse ante el espléndido vídeo producido con Gucci, una vez constatada la evidencia de que nos encontramos ante un caso de plusvalía queer, la cuestión es: cómo se reparte esa riqueza que se está generando (y no hay que pensar solo en los autores y protagonistas del vídeo, sino en toda la comunidad LGTBI); e, incluso, yendo un poco más allá, cómo el video gestiona los conflictos culturales e ideológicos subyacentes.
My Own Private Idaho (1991), Gus van Sant
Gus van Sant viajó a Roma para un rodaje de 12 días y al final se grabaron 7 episodios de “Ouverture of something that never ended”. Pudiera parecer que se trata de un extraño encuentro con Alessandro Michele, pero el caso es que había algo premonitorio en My Own Private Idaho (1991), el más celebrado film de Gus van Sant, cuando Mike (River Phoenix) y Scott (Keanu Reeves) viajan a la campiña italiana pasando por Roma, en busca de la madre de Mike (de la que está obsesionado). ¿Porqué Roma? En una primera versión del guion del film ese viaje se hace a España. Parece que hay una búsqueda de una localización para un viaje en sí mismo fantasmagórico, porque los personajes no se mueven del mundo mental en el que viven. Parece que se busca un ambiente misterioso y atemporal, pensando en el mundo onírico e irreal en el que vive Mike. Quizá más propio del Mar Negro que del Mar Mediterráneo (otra vez entre dos mares). El caso es que Alessandro Michele y sus trabajos, tanto en moda como ahora en “Ouverture of something that never ended”, por momentos nos recuerdan las escenografías de las películas del armenio Serguéi Paradzhánov.
El color de la granada (1969), Serguéi Paradzhánov
Este encuentro en apariencia fortuito entre Gus van Sant y Alessandro Michele en “Ouverture of something that never ended”, le ha servido al director de cine para afirmar: “Después de hacer esto, estoy definitivamente inspirado por revivir la manera en que he trabajado en los inicios de mi carrera. Mientras tanto, la exhibición en cines está implosionando y todo irá directamente online como lo hicieron estos cortos” (revista digital TÓNICA, 22 de noviembre de 2020, un artículo de Eduardo Ávila).
Extra Bonus: Una imagen de @Kal.Anton, hecha en Palestina (2013)