Protesta tecnobarroca. La hoja de sala

Protesta Tecnobarroca no es sólo una exposición de archivos de las primeras revueltas sexodisidentes de Chile (1973), España (1977) y EEUU (1969). Se trata más bien de una “activación” de esos archivos a través de procedimientos de intervención técnica (selección, montaje, modificación digital, interpretación algorítmica, lectura crítica, etc). Al intervenir esos documentos del pasado con unas tecnologías del presente, me apropio de ellos artísticamente, pero a la vez pretendo también implicarme político-afectivamente con esos fragmentos del pasado homosexual. En otras palabras, intervenir esos archivos es interceptar su circulación fetichista, banalizadora, en una propuesta artística, pero también es reconocerles una actualidad, que hoy está marcada por las disputas de la memoria político sexual, por el riesgo casi inminente de un retroceso ante lo ya conseguido y por el antagonismo entre la neoliberalización de las identidades sexuales como nichos de mercado versus la contra-afirmación de orgullos críticos. Por eso pienso que estos archivos continúan protestando.

El archivo sexopolítico protesta. Pero se trata aquí de una Protesta Tecnobarroca. He venido usando el concepto tecnobarroco desde 2015. Inicialmente sirvió para describir una serie de pinturas de capturas de pantalla de Internet que ―a partir de la multiplicación de ventanas― citaban la pintura del barroco colonial americano (Siglos XVI – XVIII), especialmente las operaciones transgresoras al canon europeo que se aprecian en los cuadros producidos por pintores indígenas y mestizos de la escuela cuzqueña. Lo tecnobarroco refiere también al concepto de neobarroco, elaborado por el escritor y activista homosexual argentino Néstor Perlonguer para describir unas escrituras impuras, sucias, contaminadas, opuestas a lo limpio, lo neutro, lo nítido y lo claro. Por último, lo tecnobarroco corresponde a una afirmación queer de lo barroco como tecnología, pues tal como afirmó el filósofo ecuatoriano-mexicano Bolívar Echeverría, lo queer conecta con lo barroco en su predilección por el artificio de lo técnico, en oposición a la norma ―heterosexual― de lo natural.

Es probable que Protesta Tecnobarroca sea -en última instancia- una metodología artístico-política de acercamiento y activación a los documentos de la protesta sexual del pasado, un ejercicio marica de post-memoria. No postulo a que sea el único o el mejor acercamiento, pero ha sido el que me ha parecido más idóneo o legítimo desde el lugar y tiempo que habito. Es un comentario a las operaciones críticas de la memoria en disputa. Es una reflexión sobre los soportes tecnológicos en los que se inscribe el acontecimiento de la disidencia sexual. Es una puesta en evidencia de cómo los contextos afectan el recorrido. Es una lectura entre líneas de unos documentos que no alcanzan a ser un archivo. Es una toma de posición que se opone a que esos documentos constituyan un archivo. Es un homenaje distanciado a unos episodios que no viví, pero que me afectan como activista sexo-disidente. Es un reconocimiento a aquellos cuerpos (minoritarios, periféricos) que estuvieron allí, como sujetos anónimos. Sé que no es mucho, pero dedico esta exposición a todxs ellxs.

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