Al preguntarle a Pedro G. Romero “¿Existe hoy la contracultura?”, contesta: “Hay ecos y espejos de eso que, históricamente, conocemos como «la contracultura», no sé, la Comuna Antinacionalista Zamorana resuena en Espai en Blanc, o en los Tiqqun en Francia o en México; Ocaña y Nazario son fácilmente transportables a cierta formas de lo queer, o la rumba suburbial tiene la misma poesía que el trap que escucha flamenco…” [suplemento Babelia de El País, de 28 de julio de 2018].
El trap es un subgénero musical que se originó en la década de 1990, en el sur de los Estados Unidos. El término trap (Que significa trapiche) proviene del argot estadounidense para denominar el lugar donde se venden drogas ilegalmente o al hecho de venderla. La música trap usa sintetizadores, cajas rítmicas, sub-graves, hi-hats de subdivisión binaria o ternaria, y normalmente grandes y en ocasiones usos excesivos de auto-tune y modos armónicos menores para darle una estética oscura y triste. El trap llegó a España entre el 2008 y el 2010. Pero no fue hasta el 2012 que apareció el trap como término musical, y pequeños artistas underground empezaron a ganar notoriedad en la escena. El gran peso de ser los introductores de este género lo llevan Steve Lean en la producción musical, consiguieron hacerse escuchar en la edición del festival Sónar del año 2015 actuando junto a Mala Rodríguez.
Arriba, ilustrando este post, podéis ver a Fernandito Kit Kat [antes Yung Beef] con La Nina, La Favi y El Mini, interpretando “Lucifel” (2016).
Lo primero que llama la atención del video-clip es que está grabado en Barcelona, publicado en 2016, …y parece otro mundo; o no, porque estamos en el Raval (a ver si va a resultar que los que están en otro mundo son los otros). De hecho, el video-clip está grabado en la Plaza de los Ángeles, enfrente del MACBA. Como resulta que Yung Beef tiene una opinión al respecto del arte ―“se ha acabado el arte, hace diez años había arte, hoy ya no hay…” [lo podéis ver y escuchar aquí]―, entonces tenemos que pensar que la elección no es casual.
Termina Pedro G. Romero su comentario sobre la contracultura diciendo: “…pero, creo, lo interesante es observar la paradoja, anunciada por Gonzalo García Pelayo o Antonio Escohotado, de que la contracultura, o sea, los enemigos del comercio descarriados, no era más que la vanguardia del capitalismo, su renuevo, la forma que tenía lo financiero de colonizar nuevos territorios físicos y mentales. Las clases culturales, a día de hoy, siguen estructuradas a partir de líneas de producción que van desde la bohemia a la contracultura, precisamente; y conocer bien esa genealogía nos permitiría entender mejor nuestra forma de vida”.
Al escribir estas líneas circula por los medios la noticia de que la obra de Bansky, que al venderse en una subasta (por un millón de euros) se autodestruyó en ese mismo momento (el marco llevaba incorporada una trituradora de papel que dejó el dibujo reducido a finas tiras de papel), se dice que al día siguiente la “obra” había duplicado su precio. Según se dice, a consecuencia de que la obra habría entrado directamente en la Historia del Arte. Pudiera tratarse de una fake news. Pero el caso es que los movimientos especulativos se han basado siempre en fake news.