Hemos creado una edición especial de la revista online Butano Magazine, que puede verse desde la Fundación La Posta a través de los QR y que busca reconfigurar la censura a través del trabajo de 7 artistas –siete X– que son parte de esta exposición, estas X aluden a la XXX de la industria pornográfica.
Los artistas implicados en este proyecto son de procedencias diversas, sin embargo, nos interesaba el dialogo Valencia – Barcelona, en un intento por definir una cartografía que nos sirva para poder contrastar similitudes y diferencias específicas, desde la postpornografía, el activismo feminista digital, el trabajo sexual activista, el poderoso movimiento antirracista y decolonial hasta la disidencia sexual, esta recopilación de casos vislumbra tremendamente una hipocresía institucional que, al cancelar tales manifestaciones artísticas, lo único que hizo fue perpetuar un proceso de opresión, y lógica del aplastamiento de cuerpos y voces que simplemente ejecutan su libertad de expresarse para proponer otros paradigmas alejados del heteropatriarcado colonial.
Censurar la censura, crear un espacio para aquello que por su discurso no ha sido permitido por algunas instituciones o por nosotros mismos, se trata de pensar ¿qué está permitido, desde dónde y por qué?
El poder ejerce control sobre las expresiones individuales y colectivas, incluido el arte. En este contexto, la censura en el arte se convierte en una herramienta para reforzar las normas y valores establecidos, limitando la libertad de expresión y la creatividad. La obra de arte se convierte así en un terreno de lucha política y social, donde se cuestionan y subvierten las normas patriarcales dominantes.
Por ejemplo, la censura del postporno puede entenderse como un intento de las instituciones de poder por controlar las expresiones sexuales que desafían el orden establecido, buscando regular y normalizar las prácticas sexuales, y esta censura en el arte es un síntoma de las dinámicas de poder al tiempo que de resistencia en la sociedad contemporánea. Nos invita a cuestionar las normas establecidas y a luchar por la libertad de expresión y la diversidad sexual en el arte.
Si entendemos un sistema como “orgánicamente” instalado –es decir, impuesto como natural– que pertenece a una epistemología concreta e incuestionable, la censura estaría en el espacio de contaminación o de ruptura en ese tejido omnipresente y todopoderoso. Los actos de rebeldía al sistema se configuran como censurables justamente al interrumpir el flujo fijo y constante de una forma específica de pensar y controlar, en este caso, el heteronormativo colonial.
Estos actos rebeldes funcionan como virus que atentan contra la salud sistémica imperante, actos de valentía imbuidos de transfeminismo, antirracismo, decolonialidad y anticapitalismo que van de acuerdo con los tiempos en que vivimos, nos enunciamos y luchamos.
Siendo la cultura un derecho ciudadano, cabría preguntarse ¿qué tipo de cultura puede tener cabida en programas de instituciones que se aterran ante el hecho de asumir responsabilidades? ¿cómo abrazar una propuesta artística que escapa a las lógicas convencionales? Además, hay que tener en cuenta que los presupuestos de programas culturales provienen de los impuestos ciudadanos, incluyendo a la ciudadanía considerada subalterna, o de segunda categoría (migrantes, fugitivos sexuales a la heteronorma, personas sin papeles, personas con capacidades diferentes, etc).
Como resultado de la censura, la obra artística produce más lecturas, ¿Estamos ampliando la obra? En algunos casos, las piezas ya no existen o no pueden exhibirse, pero el material que se generó a partir de censurarlas ya es parte de la obra.
El montaje realizado para esta exposición, consiste en oscurecer la sala y percibir algunos elementos como los códigos QR qué nos permiten el acceso a este texto y al trabajo de los artistas, lo invisible es ahora lo visible de la Sala de exposición; además, la propuesta incluye un maniquí cuyos pezones están pintados con X, como nos obligan a hacer en las plataformas de internet como Instagram; una tv de los 90’s en el que podemos ver el video de Graham Bell que fue censurado en 1996, ahora está permitido; una foto que fue censurada en publicaciones online del colectivo O.R.G.Í.A, es una lámpara en medio de esta casi total oscuridad de la sala; Jordi Soleto ha recreado su pieza que perdió por la censura, quizás no sea exactamente la misma, pero ahora sí podrá ser expuesta; para el día de la inauguración, Andrea Corrales volverá a realizar la performance por la que fue censurada.
Esperamos crear un espacio poético, donde la libertad de expresión que el artículo 20 que la Constitución nos promete sea posible, y para complementar esta experiencia Millie Wissar ha creado una pieza sonora intermitente.
Esta exposición no solo busca visibilizar la obra que, a nuestro entender, ha mutado. El intento de borrarla ha logrado que se expanda hacia nuevos horizontes, generando otro material que, a pesar de no ser el original, contiene la carga original del discurso no permitido. Queremos infectar el cuerpo de la represión, hacer metástasis por todas sus partes y así transformar la mirada, y que así podamos permitirnos una mirada en expansión.
Frau Diamanda, Barcelona.
Sara María Rodríguez, Valencia.