Dentro de la VI edición de Cine por venir, se proyecta en Fundación La Posta
Última película de Chus Domínguez, un trabajo sobre el colonialismo español en Marruecos
Entre 1947 y 1949 el fotógrafo afincado en Canarias Bonifacio Hernández Gil realiza numerosas fotografías para el ejército y la administración colonial de la llamada África Occidental Española. En sus imágenes aparecen ciudades nuevas como escenarios de películas de ciencia ficción, rodeadas del desierto y semivacías, preparadas para acoger al nuevo hombre que el régimen diseñaba.
La película se ha visto en los siguientes festivales:
– Márgenes (Madrid // Barcelona // Córdoba // Santiago de Chile // Montevideo), sección Oficial. El festival Mágenes es un festival presencial y online simultáneo.
– L’Alternativa, sección Panorama. L’Alternativa es el festival de cine independiente de Barcelona que organiza La Fábrica.
– Alcine (Alcalá de Henares), sección Divergencias.
Lo que va a continuación es un texto de Miguel Maestro sobre la película de Chus Domínguez “Las ciudades imposibles” publicado en su blog.
En «Notas de campo» de Catarina Botelho asistíamos a un viaje lateral, desde un movimiento a bordo de un vehículo, un tren en concreto, que nos llevaba desde los campos de Portugal hasta el desierto, acompañando un diálogo entre dos mujeres que situaban el contexto y los miedos generados por la crisis económica del país. En «Las ciudades imposibles» de Chus Domínguez, el esqueleto formal de las imágenes filmadas se reproduce, acepta esa forma de diálogo entre palabra e imagen para ir algo más allá. Mientras la película portuguesa hablaba del presente más inmediato, la película española utiliza el presente para dejar en evidencia el pasado, en este caso el pasado colonial español en los territorios de Sahara y Sidi Ifni. Si la excusa es servirse de las viejas fotografías tomadas por Bonifacio Hernández entre 1947 y 1949 en los asentamientos españoles de la zona colonial, fotografías que se introducen como paisajes casi sin figuras en los prólogos de cada capítulo, apareciendo en un negativo revelador aquellos retratos de militares y familias destinados a mantener un viejo y trasnochado ansia imperial, el resultado final produce un efecto de desconsuelo sobre el poco papel efectivo desempeñado por el colono en la zona, todo ello provocado por el indudable racismo y consideración de superioridad racial que demuestra el invasor.
¿Cómo conseguir trasladar esa sensación de superioridad moral a imágenes del presente con fotografías del pasado? Con la palabra, pero no una palabra cualquiera, no una palabra inventada como un guión, sino mediante la palabra escrita por militares, políticos, funcionarios, destinados a la zona o, simplemente, de paso, una palabra tópica y que refleja tanto el afán de dominar, o mejor dicho, de domar, al habitante originario, como de desarraigarle de sus costumbres y modo de vida. Nada más complicado que sujetar al bereber del desierto, y para ello hay que tenerlo controlado. Construir asentamientos con mínimas condiciones de habitabilidad es el primer paso para intentar convencer al bereber que sus días en el desierto han de concluir. En ese afán de concentrar a la población saharaui, hacer crecer en medio de la nada, y cerca del mar, ciudades como El Aaiún, Villa Cisneros, La Güera, Djala, ciudades imposibles que obedecen a la idea de ofrecer una hipotética garantía de agua y comida que encierra la realidad de un control militar más sencillo y efectivo, una mejor represión, la introducción del castellano como lengua, la influencia religiosa, el cambio de hábitos para domesticar lo que se considera, desde la oficialidad, una raza peligrosa, hostil, agresiva y que desde tiempo inmemorial ha puesto en jaque a las tropas españolas desplazadas al lugar.
El extrañamiento que produce esa palabra procede de la genialidad de la idea con la que se plasma; vemos las viejas fotografías de finales de los 40, y a bordo de un vehículo recorremos el interior de esas ciudades, o su exterior, de tan pequeñas como son, pasando por delante de construcciones, tiendas, personas, parques, plazas, ruinas, pobreza en definitiva con una omnipresente bandera marroquí que recuerda nuestra vergonzante retirada del lugar sin asegurar la libertad de los saharauis. Esa imagen pasajera y fugaz, tomada lateralmente, comienza a compartir el espacio con la palabra después de que nuestros ojos se hayan hecho a la idea conceptual del viaje, pero la palabra escrita no se lee en castellano, sino en árabe, y en árabe oímos esas ideas de sojuzgar, domesticar, educar, diferenciar, cambiar, todo ello para hacer más cómoda y estable la presencia española, con un objetivo último, no ceder en la colonización para que no se retome la idea tribal del salvaje sangriento, es decir, eliminar la libertad como posibilidad de futuro. El pasado español desaparece bajo la forma de unas ciudades imposibles que, a la larga, han terminado facilitando la colonización marroquí con la misma finalidad de la española, diluir lo extraño en lo propio para restar identidad.
LAS CIUDADES IMPOSIBLES. España. 2018. Dirección y guión: Chus Domínguez. Fotografías: Bonifacio Hernández Gil. Documentación y producción durante la grabación: César Javier Palacios. Mezcla de audio: Juan Carlos Blancas. Postproducción de imagen: Juan Marigorta. Traducción y locución: Ali Salem Iselmu, Hanan Amghar. Producción: MUSAC y Chus Domínguez. Distribución: DIGITAL 104. 49 minutos.